Cuarenta y seis
años han transcurrido desde el estreno de El
Exorcista (1973), película que traspasó las fronteras en la conocida forma de realizar cintas de terror. Es tal vez
con el título de “la película más terrorífica
de todos los tiempos” con la que nos es recordada por los medios y el colectivo, rótulo que a las nuevas audiencias nacidas de la cuna de Netflix, los Warren y las miles películas de colmadas de CGI tal vez les cueste asimilar. Pero no fue hasta repetírnosla como adultos (hablo a título
muy personal) que llegamos comprenderla del todo.
Porque ciertamente es una cinta que nos saca de nuestra serenidad e impacta con
fuertes escenas en las que se debe contener el aliento, escenas que tal vez nos
hicieron mirar por encima e ignorar el gran dilema que plantea William Peter
Blatty : la lucha entre el bien y el mal, donde la
fe es puesta a prueba.
La fe llevada
hasta el límite
Nuestro personaje principal, el padre Damien Karras; psiquiatra y consejero titular de la residencia, cuyas dudas existenciales que asaltan a sus aconsejados, acaban por brotar en la vida de él mismo, quien ha perdido la fe y se siente un impostor.
Y así es, amable lector como nos encontramos sumergidos en un
ambiente de extrema realidad, algo que hasta ese entonces no se había visto, en las butacas la gente se desvanecía, algunos vomitaban, otros se cubrían la cara y otros simplemente abandonaban las salas, ambulancias acabaron apostándose en los cines para asistir a los descompensados, si eso no es historia, por favor indíqueme usted qué es.
El Exorcista es una película en la que todo vuelve donde comenzó, nuestro misterioso personaje del principio que realizaba trabajo arqueológico en Iraq, es la última barrera de contención y representación de esperanza, el experto exorcista quien deberá dar batalla a un viejo conocido, el demonio de los vientos Pazuzu.
Este experto es quien advierte a Karras del ataque psicológico y las mentiras empleadas por el demonio, el exorcismo
llega y la situación es devastadora para
Karras, es quien sufre de dicho ataque y sucumbe en llanto ante
las voces emuladas de su difunta madre.
Todo aquella esperanza que cargaba el personaje de Max Von Sydow se derrumba, el padre Merrin fallece realizando el ritual y una vez más, así como durante todo la película el espectador queda flotando en el limbo, perdido, tenso y sin saber qué va a ocurrir ahora, Friedkin dirige con maestría.
La filosofía de William Peter Blatty
El final...¡Y que final amable lector ! Nos preguntamos si realmente existe un resquicio luminoso, entre tanta pérdida y tragedia.
¿Ganó el mal o ganó el bien ? Esa es la pregunta que el director Friedkin quiso hacernos con su versión original de 1970. Pero es en "la versión que usted nunca ha visto" del año 2000 donde se incluye la escena más significativa, los dos sacerdotes tomando un descanso sentados en la escalera que nos ayuda a llegar a la respuesta:
-" ¿Por qué esta niña? No tiene ningún sentido..."
-“Creo que el punto es desesperarnos, para vernos a nosotros mismos como algo animal y feo, para así rechazar la posibilidad de que Dios pueda amarnos”.
Es este el diálogo de la discordia, que enemistó por largo tiempo a Friedkin y Blatty, este último quería incluirlo a toda costa en el corte final.
En efecto, toda la película puede resumirse a esto, nosotros los más lentos para entender ( y que por cosas de generación nos tocó ver la versión nunca antes vista) nos cae como anillo al dedo y nos hace comprender el trasfondo y resolución del dilema planteado por el escritor, quien según sus propias palabras, quería que la gente no quedara con la idea que había ganado el mal, porque vaya que es perturbador como el demonio advierte a Karras que aquel exorcismo terminaría uniéndolos, las dudas del triunfo de la luz no eran infundadas.
Friedkin por otro lado creía que todo aquello estaba implícito en la película y no era necesario mostrar esto al espectador, y lo mejor era que este se cuestionase al verdadero vencedor de esta historia.
Lo cierto es que ambas ediciones (1973 y 2000) se complementan a la perfección, Friedkin sabía que le debía aquella escena a Blatty.
Al principio le comentaba que me tomó más tiempo tomarle peso, y sólo valoraba el terror y el componente visual, más no el trasfondo propuesto por Petter Blatty; una historia de sacrificio y redención de un hombre de fe extraviada, que acaba arrepintiéndose de sus pecados y salvando la vida de una inocente.
... el resquicio luminoso y esperanzador es posible hallarlo entre tanta tragedia.
Son casi cincuenta
años y lo más sensato es que en el aniversario cincuenta reestrenen la película,
ahí estaremos, llevaremos a amigos que
no la han visto, volveremos a disfrutar un clásico del cine, una cinta
inoxidable al paso de los años, que quisimos recordar en esta sección “Para no
olvidar” .
***Una película que me tomó tres intentos verla por completa... la historia de muchos...
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